martes, 14 de abril de 2009

I D E N T I D A D (De la huella digital, un mundo)

No todo cabe en un dedo pulgar. Sospecho que semejante enigma, como lo es la identidad, no puede resumirse en una respuesta fácil, simplista y sin poesía ni perfume. Preferiría desatar por un rato los hilos que me amarran a la superficie y sobrevolar (aunque sea bajito, al ras del cemento) y ver que más puedo deshojar… ¿Que es aquello que se desprende de esto que somos, que estamos siendo, de lo que nos falta, de lo que se llevaron, de lo que dimos por perdido, de lo que regalamos, de lo que esperamos que vuelva algún día?

Y ahí está, como un gran caos a todo color, con las infinitas combinaciones que nos hacen ser este cambalache y no otro. Con nuestras ilusiones, esos barcos de papel que naufragan muchas veces en peceras, tantas veces hundidos en la tempestad, pero tantas otras triunfantes sin importar la realidad: el papel se moja y la pecera es realmente pequeña…Con los ovillos de lana roja en los que enredamos nuestros miedos, nuestros complejos que anudamos bien fuerte, para que no se desaten una noche cualquiera. Con las miradas que nos tocaron, que nos rescataron de quedar a la intemperie de la mediocridad y de la gente sin misterios. Con las manchas de tinta que nos brotan de la boca, de los dedos y de la memoria cuando recordamos aquellas palabras, aquel poeta que se nos perdió, aquella esquina que guardó un secreto. Con eso que nunca vamos a decir, las sinfonías mudas de una mirada, los recuerdos inventados por la nostalgia de lo que no fue, eso tan malditamente porteño que nos llena de estaciones, de despedidas, de cartas amarillas sin enviar, de fotos de algún septiembre, de humo los pulmones y de espera el corazón…

Y así es como una tarde cualquiera de Abril me encuentro enfrentada a este rompecabezas de infinitas piezas que soy, al deseo de probarme cada piel, de ser todas aquellas mujeres que admiro, de vivir las mil vidas que no tengo… De no condenarme por tener tan solo una, después de todo la búsqueda continua, las capas heridas caen, las nuevas brillan con un color naranja exquisito cuando la novedad les guiña el ojo, y aun sigue quedando tiempo para ensayar y jugar con nuevas maneras de equivocarme.

Tiempo para tejer todas esas pieles, todas esas vidas, para reinventar este cambalache que soy, para desarmar el rompecabezas y perderme en el laberinto de lo impalpable, de lo que no se puede decir. Y empezar una y otra vez saboreando el mismo caos, la misma piel, la misma huella, la misma pregunta sorda de aquello que voy siendo… cada vez que con mi voz puedo decir que esta mujer laberinto, esta huella de tinta y papeles arrugados, esta sonata de confusiones y pies de páginas, soy yo… Y que me llamo todas estas cosas que me dibujan, y que se siente bien este desorden de ir siendo, de no saber, de tener que inventarme todos los días un rincón en el Universo, donde se pueda soñar, seguir volando (no tan bajito) y no moleste el ruido de las almas inquietas.